La elección del nuevo líder de la Iglesia Católica continúa en suspenso. El segundo día del cónclave 2025 ha terminado sin una decisión definitiva, dejando una vez más una columna de humo negro elevándose desde la chimenea de la Capilla Sixtina, símbolo inequívoco de que no se ha alcanzado un consenso entre los cardenales electores. Desde el miércoles 7 de mayo, los 133 cardenales convocados han estado reunidos a puertas cerradas en este histórico recinto vaticano con el objetivo de designar al sucesor del papa Francisco, quien concluyó su pontificado recientemente.
Este cónclave se distingue por ser el más numeroso y diverso en la historia de la Iglesia moderna, con representantes de 70 países distintos. El carácter internacional del grupo refleja tanto la universalidad de la fe católica como la complejidad de alcanzar un acuerdo en un contexto globalizado y plural.
Las jornadas de votación están estructuradas en dos bloques diarios: uno por la mañana y otro por la tarde. Cada uno contempla dos rondas de votación. El segundo día del proceso mantuvo este esquema. Por la mañana, los cardenales se congregaron en la Capilla Sixtina para votar, se dirigieron luego a la residencia de Santa Marta para almorzar, y retornaron en la tarde para completar el resto del día con otras dos rondas más. Sin embargo, ninguno de los aspirantes logró alcanzar la mayoría calificada de dos tercios —es decir, al menos 89 votos— necesaria para ser proclamado nuevo papa.
Diversidad sin precedentes en el cónclave
Este cónclave no solo destaca por el número de participantes, sino también por su diversidad cultural, geográfica y pastoral. Los 133 cardenales electores provienen de todos los continentes, lo que ha generado un escenario complejo, pero también representativo de la actualidad de la Iglesia Católica, que cuenta con más de 1.300 millones de fieles en todo el mundo.
Esta heterogeneidad se traduce en una amplia variedad de prioridades y visiones dentro del Colegio Cardenalicio. Mientras algunos sectores impulsan una línea de continuidad con el legado de Francisco —particularmente en cuestiones como la apertura al diálogo interreligioso, la descentralización del poder y el enfoque en los desafíos del cambio climático— otros cardenales podrían estar buscando un perfil más conservador, con énfasis en las doctrinas tradicionales y la disciplina interna de la Iglesia.
La dificultad para alcanzar un acuerdo también es reflejo de estas tensiones internas. La búsqueda de un perfil que pueda conciliar sensibilidades tan distintas está alargando el proceso, aunque el protocolo contempla esta posibilidad como parte natural de la deliberación.
Reglas estrictas y señales simbólicas
El funcionamiento del cónclave responde a un conjunto de normas muy precisas que buscan garantizar la seriedad, el secreto y la solemnidad del proceso. Durante los tres primeros días de deliberaciones, se realizan hasta cuatro votaciones por jornada. Si al final de este periodo no se logra la elección del nuevo pontífice, se establece una pausa obligatoria: una jornada de oración, reflexión y conversación informal entre los cardenales. Esta pausa —prevista para el próximo domingo en caso de persistir la falta de consenso— tiene como finalidad renovar el espíritu de discernimiento y facilitar una eventual salida al estancamiento.
Tras la jornada de oración, el proceso se reanuda con nuevas tandas de siete votaciones, también distribuidas en días sucesivos. Si, incluso después de estas nuevas rondas, no se obtiene una mayoría suficiente, el sistema prevé una votación entre los dos candidatos más apoyados hasta el momento. Aun así, cualquiera de ellos deberá obtener al menos la mayoría absoluta de los votos emitidos para ser proclamado papa.
Cada votación se lleva a cabo mediante papeletas individuales. Al concluir cada ronda, las papeletas se recogen y se queman en una estufa especial instalada dentro de la Capilla Sixtina. El color del humo que sale de la chimenea comunica al mundo el resultado: si es negro, significa que no hay papa; si es blanco, que se ha elegido al nuevo líder de la Iglesia.
Para lograr estos efectos visuales, se emplean mezclas químicas distintas. En caso de fumata negra, se añade una combinación especial que oscurece el humo. Cuando se produce la fumata blanca, se utiliza una mezcla de clorato de potasio, lactosa y colofonia, que genera un humo blanco visible incluso a gran distancia.
Expectativa mundial ante el humo blanco
Mientras tanto, miles de fieles y periodistas permanecen atentos en la Plaza de San Pedro, a la espera de un anuncio que aún no llega. La señal que todos esperan es esa nube blanca que confirmará la elección del nuevo obispo de Roma, el 267º sucesor de San Pedro.
El mundo observa con atención lo que sucede tras los muros del Vaticano, donde decisiones históricas se toman en el más absoluto de los silencios. En un contexto global caracterizado por desafíos sociales, geopolíticos y espirituales, la figura del nuevo papa será clave para definir el rumbo de la Iglesia Católica en las próximas décadas.
Mientras tanto, la incertidumbre se mantiene. La Capilla Sixtina seguirá siendo escenario de deliberaciones profundas, guiadas por la fe y la búsqueda de unidad. Los cardenales, conscientes del peso de sus decisiones, se enfrentan a una misión compleja, que requiere paciencia, sabiduría y, sobre todo, sentido de comunión.
El humo blanco puede tardar, pero su aparición marcará el inicio de una nueva etapa para millones de católicos alrededor del mundo.